Lo que debería haber sido una jornada de celebración en Estados Unidos se transformó en una de las tragedias naturales más devastadoras en la historia reciente de Texas. Las fuertes lluvias e inundaciones repentinas que azotaron el estado durante los días previos y posteriores al 4 de julio dejaron un saldo de más de 100 muertos y decenas de desaparecidos, marcando profundamente a comunidades enteras, especialmente a la del condado de Kerr.
¿Por qué fue tan letal esta inundación?
La geografía del centro de Texas ya tiene fama de ser especialmente vulnerable a inundaciones repentinas. La región conocida como el Flash Flood Alley —que abarca desde Dallas hasta San Antonio, pasando por Austin— es propensa a recibir lluvias torrenciales que, al caer sobre suelos secos y compactos, no se absorben fácilmente. Esto genera un desbordamiento veloz de arroyos y ríos.
Uno de los más afectados fue el río Guadalupe, que en apenas 45 minutos aumentó su nivel más de ocho metros, según reportes meteorológicos. Este fenómeno fue alimentado por una combinación peligrosa: el aire húmedo y cálido del Golfo de México, que al ascender por la Escarpa de los Balcones —una formación geológica de acantilados y colinas—, genera lluvias concentradas y persistentes. A esto se sumó la humedad residual de una tormenta tropical que había pasado por la península de Yucatán días antes.
El resultado fue una especie de “tsunami fluvial”: una muralla de agua que descendió con furia por los valles texanos, llevándose todo a su paso.
Fallas en las alertas: ¿se pudo haber evitado?

Una de las preguntas más duras que ahora flotan entre los escombros es si las alertas meteorológicas llegaron a tiempo o si hubo fallos humanos o tecnológicos que impidieron una evacuación adecuada.
El miércoles previo al desastre, la División de Manejo de Emergencias de Texas ya había activado sus protocolos ante la amenaza de inundaciones. Para el jueves por la tarde, el Servicio Meteorológico Nacional (NWS, por sus siglas en inglés) había emitido una alerta para el condado de Kerr, que incluía el riesgo de tormentas intensas hasta la mañana del viernes.
Pero la rapidez con la que se intensificaron las lluvias y el crecimiento explosivo del río superaron todos los pronósticos. El gobernador Greg Abbott justificó el colapso diciendo que “nadie esperaba una pared de agua de casi nueve metros de altura“.
Sin embargo, funcionarios locales reconocieron que hubo fallos importantes. El juez del condado de Kerr, Rob Kelly, confesó que hace años se consideró instalar un sistema de sirenas de alerta como los que se usan en caso de tornados, pero nunca se implementó por razones presupuestarias.
Además, muchas áreas afectadas carecen de buena cobertura celular, por lo que muchos habitantes jamás recibieron las alertas emitidas por mensaje de texto.
“Sabemos que se están haciendo preguntas sobre el sistema de notificación y, aunque no es el momento para especular, estamos comprometidos a hacer una revisión exhaustiva”, dijo el portavoz municipal de Kerrville, Dalton Rice.
¿Influyeron los recortes federales?

A esta tragedia se suma un debate político que no ha tardado en surgir. Medios como The New York Times señalaron que el Servicio Meteorológico Nacional ha enfrentado una reducción de personal desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Según el sindicato de empleados del NWS, algunas oficinas en Texas operaban sin hidrólogos ni meteorólogos, piezas clave para evaluar riesgos y emitir alertas a tiempo.
A pesar de que el Departamento de Comercio —del cual depende el NWS— asegura que la agencia sigue cumpliendo su misión, los recortes han debilitado su capacidad de respuesta. Informes extraoficiales señalan que el organismo ha perdido casi 600 empleados en menos de dos años.
¿Fue esta falta de personal uno de los factores que impidió alertar con mayor anticipación? Es difícil saberlo con certeza, pero los cuestionamientos ya están sobre la mesa.
Las víctimas: nombres, rostros y dolor
El epicentro del dolor fue el campamento cristiano Mystic, en el condado de Kerr, donde al menos 27 niñas y adolescentes perdieron la vida. El centro, fundado en los años 30 y administrado por la misma familia desde entonces, fue arrasado por la crecida del río mientras las menores dormían.
Algunas, como Stella Thompson, de 13 años, lograron sobrevivir porque sus cabañas estaban en zonas elevadas. Pero otras, como Renee Smajastrla, de solo 8 años, no corrieron la misma suerte. Su cuerpo fue encontrado gracias a la viralización de su fotografía en redes sociales, compartida por su tío.
Las hermanas Blair y Brooke Harber, de 13 y 11 años, también figuran entre las víctimas. Su padre las describió como niñas brillantes, generosas y con una alegría contagiosa.
El director del campamento, Richard “Dick” Eastland, también falleció, y varios monitores siguen desaparecidos.
Fuera del campamento, otras tragedias personales también han salido a la luz. Julian Ryan, un joven de 27 años, murió desangrado tras romper una ventana para que su familia pudiera escapar. “Murió como un héroe”, dijo su hermana, Connie.
La búsqueda continúa
Mientras se escriben estas líneas, los equipos de rescate no descansan. Recorren los márgenes del río Guadalupe a pie, a caballo, en lanchas e incluso con helicópteros, bajo temperaturas extremas y entre montañas de escombros. Muchas casas marcadas con una “X” indican que ya han sido inspeccionadas. Pero las lluvias no han parado del todo, y los expertos temen que el número de víctimas siga creciendo.
Sobrevivientes como Diana Smith recuerdan lo vivido con terror: “Me desperté y el agua ya estaba dentro de mi casa. Llamé al 911 pero nadie llegó. Me subí a un kayak con mis perros y escapé”.
Reflexión tras el desastre
Lo ocurrido en Texas no solo es una tragedia natural, sino también una llamada de atención. La combinación de una geografía vulnerable, sistemas de alerta insuficientes, falta de inversión y fenómenos meteorológicos extremos generados por el cambio climático crea un cóctel mortal que puede repetirse en el futuro.
Este desastre nos recuerda que la prevención salva vidas, y que el precio de la inacción —ya sea por política, presupuesto o falta de previsión— se paga con historias humanas como las de Brooke, Blair, Renee, Julian y tantas otras.
En La Revista Binacional, nos unimos al dolor que embarga a las familias afectadas por las lluvias torrenciales y la tragedia en Texas
Lamentamos profundamente la pérdida de tantas vidas, especialmente la de niñas, niños y jóvenes con sueños por cumplir. Enviamos nuestras más sinceras condolencias a quienes hoy enfrentan la ausencia de un ser querido, así como a las comunidades que aún buscan respuestas y consuelo.
Que la solidaridad y el apoyo mutuo sean faro en estos días oscuros. Estamos con ustedes.
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