Nacida en 1995 en Inland Empire, California, e hija de raíces peruanas, Andrea Vidaurre ha convertido su compromiso por la justicia ambiental en un movimiento con impacto nacional. Reconocida en 2024 con el Premio Medioambiental Goldman –considerado el “Nobel verde”– y nombrada por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes de 2025, Andrea representa la fuerza de una nueva generación de líderes que no solo denuncian problemas, sino que construyen soluciones.
Graduada en Estudios Globales por la Universidad de California, Riverside, Andrea creció rodeada de la realidad que hoy combate: una región densamente poblada, con mayoría de familias trabajadoras latinas, que sufre niveles de contaminación del aire entre los más altos del país. El auge de centros de almacenamiento, transporte de carga y logística convirtió al Inland Empire en el corazón del comercio rápido en Estados Unidos… pero también en lo que expertos llaman una “zona de muerte por diésel”, por las elevadas tasas de asma, enfermedades respiratorias y muertes prematuras.
Para enfrentar esta crisis, Andrea cofundó el Colectivo Popular para la Justicia Ambiental, organización que lucha por proteger la salud de las comunidades más afectadas por las emisiones de camiones y trenes. Desde su papel como analista y coordinadora de políticas, ha liderado campañas que lograron avances históricos: en 2023, la Junta de Recursos del Aire de California (CARB) aprobó dos regulaciones sin precedentes –la Norma de Locomotoras en Uso y la Norma de Flotas Limpias Avanzadas– que establecen la primera regulación de emisiones para trenes en Estados Unidos y un plan para que, a partir de 2036, todas las ventas de camiones de carga sean de cero emisiones.
Estos cambios no llegaron de la noche a la mañana. Desde 2018, Andrea ha impulsado procesos legislativos, participado en talleres técnicos, organizado caravanas ciudadanas a Sacramento y coordinado “toxic tours” para que legisladores y autoridades vean de primera mano el impacto de la contaminación en su comunidad. Su capacidad para unir a sindicatos, vecinos, científicos y organizaciones de justicia ambiental fue clave para que estas medidas avanzaran, incluso frente a la resistencia de grandes industrias.
Más allá de las leyes, Andrea defiende un principio simple pero poderoso: el derecho de todas las personas a respirar un aire limpio. Su trabajo, como destacó Time, visibiliza las desigualdades que soportan las comunidades marginadas y convierte su lucha en un llamado colectivo: “Solo queremos poder respirar”.
El legado que Andrea está construyendo no solo transformará la calidad del aire en California, sino que marca el camino para que otros estados y países adopten políticas más estrictas contra las emisiones. Con apenas 29 años, ya es un referente mundial de cómo el activismo comunitario puede cambiar leyes, salvar vidas y abrir la puerta hacia un futuro más justo y sostenible.
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