Hay estrenos que llegan como un terremoto al mundo del cine, de esos que hacen que hasta los más escépticos se levanten de su asiento. Y lo que pasó en el Festival de Venecia con Frankenstein, la más reciente obra de Guillermo del Toro, es exactamente eso: historia pura.
El pasado fin de semana, en la 82ª edición del festival, el director mexicano presentó al fin la adaptación con la que ha soñado durante más de tres décadas. El resultado fue tan impactante que la sala estalló en aplausos, dando lugar a una ovación que se extendió por 13 —e incluso algunos dicen 14— minutos. Y si conoces un poco de la jerga festivalera, sabes lo que eso significa: no es un aplauso de cortesía, es un reconocimiento de que el público se sintió sacudido por algo extraordinario.
El sueño de un niño convertido en película

Para Guillermo del Toro, Frankenstein no es un proyecto cualquiera. Es el punto de llegada de una obsesión que empezó cuando era apenas un niño en Guadalajara. A los siete años vio por primera vez la película clásica de James Whale (1931) y, a los once, se enfrentó a la novela de Mary Shelley. Desde entonces, la criatura incomprendida y su creador atormentado se convirtieron en algo más que personajes literarios: fueron espejos en los que Del Toro aprendió a reconocerse.
“Fue un perdón por ser imperfecto”, ha confesado el director al recordar lo que sintió al ver a Boris Karloff interpretar al monstruo. Esa empatía hacia lo extraño, lo marginado y lo frágil ha impregnado toda su filmografía: desde la poesía oscura de El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, hasta la ternura fantástica de La forma del agua. Pero en Frankenstein está el origen de todo.
Por eso no exagera cuando dice: “Es la película para la que he estado entrenando durante 30 años”.
El elenco de un banquete gótico
Parte del magnetismo del filme radica en su reparto de lujo. Oscar Isaac encarna a Victor Frankenstein, el científico brillante pero cegado por su ambición, mientras que Jacob Elordi da vida al monstruo, un ser tan trágico como inocente. A ellos se suman Christoph Waltz, Mia Goth, Felix Kammerer y una banda sonora firmada por Alexandre Desplat.
Isaac contó que antes de rodar, Del Toro le dijo: “Estoy creando un banquete para ti, solo tienes que venir y comer”. Y esa metáfora resume bien lo que significa trabajar con el mexicano: entrar en un universo visual y emocional que no deja nada al azar.
Elordi, por su parte, reveló que interpretar a la criatura fue como desnudarse frente a la cámara. “Ese monstruo en pantalla es la versión más pura de mí mismo”, confesó. Y viendo la reacción en Venecia, parece que el público supo percibir esa honestidad brutal.
Un estreno con lágrimas y ovación
La premiere en la Sala Grande del Lido fue un espectáculo en sí misma. A la proyección asistieron estrellas, ejecutivos de Netflix y hasta otros actores de renombre como Aaron Taylor-Johnson y Sofia Carson. Pero el momento cumbre llegó al final: el público, de pie, aplaudiendo sin parar durante más de un cuarto de hora.
Del Toro y Elordi no pudieron contener las lágrimas. Y se entiende. Imagina dedicar tres décadas de tu vida a un proyecto, cargarlo en tu corazón como un secreto y, de pronto, ver que miles de personas lo reciben con semejante pasión.
En Venecia no solo se aplaudía una película: se celebraba la culminación de una vida entera de amor por los monstruos.
Frankenstein: una historia eterna, una mirada personal
Se han hecho decenas, quizá cientos, de versiones de Frankenstein. Algunas con más éxito que otras. Pero lo que distingue la visión de Del Toro es la intensidad con la que conecta la novela de Shelley con sus obsesiones personales.
Para él, Victor Frankenstein no es simplemente “el científico loco” de tantas caricaturas, sino una figura mucho más compleja, a medio camino entre el artista y el showman. Oscar Isaac incluso comentó que se inspiró en la presencia escénica de Prince durante un ensayo del Super Bowl para imaginar cómo debía moverse su personaje en el laboratorio.
Y el monstruo, lejos de ser solo una bestia aterradora, es una criatura profundamente humana, con la inocencia de un niño y el dolor de quien nunca encuentra un lugar en el mundo. ¿Te suena familiar? Esa es la huella del Toro: recordarnos que los monstruos hablan de nosotros mismos.
El camino hacia los premios
Netflix ya ha marcado el calendario: Frankenstein tendrá un estreno limitado en cines el 17 de octubre, para después llegar a la plataforma el 7 de noviembre. Y todo apunta a que será la gran apuesta de la compañía para la temporada de premios.
No es una jugada arriesgada. Recordemos que La forma del agua ya le dio a Del Toro el Óscar a Mejor Película en 2018, y que con Pinocho (2022) consiguió el premio a Mejor Película Animada. En Hollywood saben reconocer cuando un director entrega no solo una cinta, sino un pedazo de sí mismo.
¿Qué nos espera como espectadores?
Más allá de los premios y la maquinaria publicitaria, lo que entusiasma a los cinéfilos es la oportunidad de ver a Del Toro enfrentarse a su mito personal. Será una película gótica, con escenarios imponentes, vestuarios detalladísimos y una atmósfera que promete ser un festín visual. Pero, sobre todo, será un relato íntimo sobre la soledad, la paternidad y la imperfección humana.
Del Toro lo dijo mejor que nadie: Frankenstein es un libro que cambia contigo. De niño, él se veía en la criatura. De adulto y padre, ha aprendido a entender también al creador. Y ahora nos invita a todos a entrar en ese espejo, a reconocernos en lo monstruoso y en lo hermoso al mismo tiempo.
Cuando se estrene en octubre, prepárate para algo más que una historia de terror. Prepárate para un viaje emocional, una confesión disfrazada de gótico y, quizás, la obra más personal de uno de los directores más queridos de nuestro tiempo.
Porque si algo nos enseñan Del Toro y su criatura es que, al final del día, todos somos un poco monstruos buscando nuestro lugar en el mundo.
Leave a Reply