A veces, una serie de televisión no solo es buena, sino que también es importante. Esa es la mejor manera en que puedo describir Adolescencia, el innovador drama de Netflix que acaparó la atención en los premios Emmy de 2025. No fue solo otro éxito de streaming, sino que se convirtió en tema de conversación cultural.
El domingo por la noche, la serie arrasó en los Emmy con una fuerza que dejó atrás incluso a los gigantes de la televisión. De las 13 nominaciones, Adolescencia se llevó ocho premios, una hazaña increíble que incluyó el codiciado premio a la mejor miniserie o película. También obtuvo los máximos honores en las categorías de interpretación, guion y dirección, consolidando su lugar en la historia de la televisión.
Owen Cooper, de quince años, se convirtió en el actor más joven en ganar un Emmy, llevándose a casa el premio al Mejor Actor de Reparto en una Serie o Película Limitada o Antología. El cocreador y protagonista de la serie, Stephen Graham, ganó el premio al Mejor Actor Principal, mientras que Erin Doherty ofreció una interpretación tan impactante que se llevó el premio a la Mejor Actriz de Reparto. Si a esto le sumamos los premios a la dirección de Philip Barantini y al guion de Jack Thorne y Graham, además de dos Emmy a las artes creativas a principios de este mes, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Adolescencia ha arrasado en la temporada de premios de este año.
Pero, sinceramente, las estatuillas doradas son solo la mitad de la historia. Lo que hace que Adolescencia sea realmente inolvidable —y, en mi opinión, imprescindible— es la luz cruda y sin concesiones que arroja sobre lo que realmente se siente al crecer hoy en día.

Una historia criminal que va mucho más allá del crimen
En esencia, Adolescencia cuenta la historia de Jamie Miller, un joven de 13 años que es arrestado por el asesinato de su compañera de clase, Katie. Es una premisa inquietante, que te revuelve el estómago al instante. Pero en lugar de apoyarse en el impacto, la serie va desvelando cuidadosamente las capas que rodean esta tragedia.
A través de flashbacks, entrevistas y evaluaciones psicológicas, vemos las presiones sociales, el acoso en línea y la confusión emocional que ambos adolescentes soportaron antes de esa noche. Katie había sido víctima de pornografía vengativa después de que se compartiera sin su consentimiento una foto suya en topless, y más tarde se burló de Jamie en línea con emojis crueles después de que él le pidiera salir. Jamie, humillado y en espiral, pidió prestado un cuchillo para intimidarla. Lo que sucedió después se convirtió en noticia nacional y en el centro de esta devastadora historia.
El inspector Bascombe, que investiga el caso mientras lidia con su propia relación fracturada con su hijo (también compañero de clase de Jamie), se convierte en nuestra ventana a las repercusiones de esta tragedia. Cada episodio nos obliga a enfrentarnos a preguntas incómodas: ¿Cuánta presión puede soportar una mente joven antes de quebrarse? ¿A quién culpamos cuando un niño comete un acto impensable? ¿Y qué papel desempeña el implacable mundo digital en la formación de las identidades jóvenes?
No se trata solo de una serie policíaca, es un espejo. Y no siempre es fácil mirarse en él.
Por qué la adolescencia es más importante que cualquier trofeo
Creo que lo que hace que Adolescencia impacte tanto es lo real que parece. No es una serie adolescente cliché en la que todos parecen tener 25 años y la trama principal son las citas para el baile de graduación. Es incómodo, desordenado y desgarradoramente honesto. Se adentra en temas como la salud mental, la masculinidad tóxica, el acoso escolar y la asfixiante influencia de las redes sociales, mostrando cómo estas fuerzas chocan dentro de las frágiles mentes jóvenes.
Y seamos realistas: son cosas de las que muchos adultos siguen prefiriendo no hablar. Nos gusta imaginar que los niños son resilientes por defecto, como si la edad les proporcionara mágicamente una coraza emocional. Pero Adolescencia echa por tierra ese mito. Nos muestra lo que sucede cuando los niños se ven obligados a lidiar con el caos de la validación en línea, la misoginia, la humillación y la presión de los compañeros sin las herramientas emocionales necesarias para sobrevivir.
Ver cómo se desarrolla la historia de Jamie es profundamente inquietante porque se hace eco de tantos titulares del mundo real: sobre el ciberacoso que ha ido demasiado lejos, sobre adolescentes que se quitan la vida tras ser humillados en Internet, sobre niños expuestos a contenidos violentos o misóginos mucho antes de saber siquiera quiénes son.
Y eso es lo que hace que esta serie no solo sea brillante, sino necesaria.

Más allá del entretenimiento: un llamado a escuchar y comprender
El verdadero triunfo de Adolescencia no es solo su guion o su actuación (aunque ambos son fenomenales). Es la forma en que nos obliga a empatizar. A ver a los adolescentes no como enigmas o problemas que hay que resolver, sino como seres humanos complejos que aún se están descubriendo a sí mismos, mientras el mundo observa y comenta todo lo que hacen.
Desafía a los padres a escuchar más. Desafía a las escuelas a replantearse cómo apoyan la salud mental de los estudiantes. Incluso desafía a las empresas tecnológicas y a los responsables políticos a tener en cuenta los entornos tóxicos en los que crecen los niños en Internet.
Cuando Owen Cooper subió al escenario de los Emmy, agarrando su estatuilla con manos temblorosas, fue fácil celebrar la historia que había hecho. Pero la historia más importante es la que cuenta su personaje: la historia de un chico tan consumido por la vergüenza, la confusión y la soledad que se perdió por completo. Eso no es ficción. Es la realidad de demasiados niños, y Adolescencia se niega a dejarnos mirar hacia otro lado.
Conversaciones que podrían salvar vidas
Lo que te queda después de ver Adolescencia no es el giro argumental ni el veredicto del tribunal, sino los momentos de silencio. Jamie mirando fijamente su teléfono mientras se acumulan los comentarios. Katie derrumbándose en el baño de la escuela. El silencio atónito de sus compañeros de clase.
Estas escenas te dejan preguntas en la cabeza que no desaparecen. ¿Cómo protegemos a los niños del ruido incesante de las redes sociales? ¿Cómo les enseñamos a valorarse a sí mismos cuando todas las aplicaciones les dicen que no son suficientes? ¿Cómo les proporcionamos espacios seguros para fracasar, llorar y pedir ayuda sin vergüenza?
No se trata solo de problemas de adolescentes. Son problemas humanos. Y si Adolescencia nos ha enseñado algo, es que ignorarlos puede tener consecuencias devastadoras.

Más que una serie: una llamada de atención
Es raro ver una serie que suscite conversaciones tan urgentes y necesarias y que, al mismo tiempo, sea una obra maestra de la narración. Por eso es tan importante el éxito de Adolescencia en los Emmy. No solo porque se merecía todos y cada uno de los premios, sino porque esos premios son una señal de que las historias sobre las dificultades de los jóvenes por fin se están tomando en serio.
La serie se niega a edulcorar la adolescencia. Muestra los aspectos más duros y los momentos más frágiles. Muestra que la resiliencia no es algo con lo que los niños nacen, sino algo que construyen poco a poco con el apoyo (o la falta de él) de su entorno.
Y tal vez eso sea lo más poderoso que nos ofrece Adolescencia: un recordatorio de que detrás de cada titular sobre «adolescentes problemáticos» solo hay niños, desordenados, asustados y desesperados por ser comprendidos.
Reflexiones finales
Cuando aparecieron los créditos del último episodio, no solo sentí que había visto una gran serie de televisión. Sentí que se me había encomendado una responsabilidad: hablar de estas cosas. Hacer preguntas difíciles. Escuchar mejor.
La adolescencia no es cómoda, y no está pensada para serlo. Pero es honesta, y en este momento, la honestidad sobre lo que están pasando nuestros hijos puede ser lo más valioso que tenemos.
Si vas a ver una serie ganadora de un Emmy este año, que sea esta. No solo porque es una serie extraordinaria, sino porque puede cambiar tu forma de ver a toda una generación.
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