Donald Trump volvió a encender la polémica con unas declaraciones explosivas desde la Casa Blanca. El expresidente de Estados Unidos aseguró que el uso de Tylenol (paracetamol o acetaminofén) durante el embarazo podría estar directamente vinculado con el desarrollo de autismo en los niños. Lo dijo con total seguridad… pero sin pruebas sólidas que respalden semejante afirmación.
La bomba cayó mientras estaba acompañado por Robert F. Kennedy Jr., conocido activista antivacunas, y otros altos funcionarios de salud. Trump advirtió que la FDA notificará a los médicos sobre un “alto riesgo” de autismo asociado al analgésico más consumido en el mundo. Incluso pidió a las embarazadas evitarlo, salvo en casos de fiebre severa.
El problema: la ciencia no lo respalda.
Durante décadas, estudios rigurosos han señalado que el acetaminofén es prácticamente la única opción segura para controlar fiebre y dolor en mujeres embarazadas. Alternativas comunes como la aspirina o el ibuprofeno pueden provocar complicaciones graves en el embarazo. Además, dejar una fiebre sin tratar puede ser igual o más riesgoso para la madre y el bebé.
Aun así, Trump fue más allá. No solo atacó al Tylenol: también sugirió retrasar las vacunas infantiles —incluyendo la de hepatitis B— hasta la adolescencia, ignorando que esa estrategia ya casi había erradicado la infección en niños. “Demasiados líquidos, demasiadas sustancias entran en ese bebé”, dijo, sin citar evidencias científicas.

Mientras tanto, la comunidad médica reaccionó con indignación. El Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos calificó la postura de la Casa Blanca como irresponsable y peligrosa, ya que simplifica un problema extremadamente complejo. Los expertos recuerdan que el autismo es una condición multifactorial, influenciada por más de cien genes y diversos factores ambientales, y que hasta ahora no hay un “culpable único” demostrado.
El fabricante de Tylenol, Kenvue, también salió a defender su producto:
“La ciencia independiente demuestra que el acetaminofén NO causa autismo. Negarlo no solo es falso, sino que pone en riesgo la salud de millones de mujeres embarazadas”, afirmó la compañía.
Para añadir más confusión, la FDA anunció que aprobará la leucovorina, un medicamento usado contra la toxicidad de la quimioterapia, como tratamiento experimental para algunos casos de autismo vinculados a deficiencias de folato. Aunque los estudios iniciales son pequeños y preliminares, Trump lo presentó como si fuera una respuesta inmediata al “enigma del autismo”.
Mientras tanto, las cifras oficiales muestran que el diagnóstico de autismo en EE.UU. sigue en aumento: hoy, aproximadamente 1 de cada 31 niños recibe este diagnóstico, frente a 1 de cada 68 en 2015. Pero los especialistas subrayan que este incremento responde en gran medida a mayor detección, cambios en los criterios diagnósticos y una creciente conciencia social, no a un aumento real de la incidencia.
En resumen: Trump ha colocado al Tylenol y al autismo en el centro del debate político y mediático, a pesar de que la evidencia científica desmiente sus afirmaciones. Para los expertos, lo más preocupante no es solo la confusión generada, sino el impacto en millones de familias que ahora dudan de un medicamento considerado seguro durante décadas.
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