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EL PODER CURATIVO DEL TACTO – ARTÍCULO REVISTA IMPRESA OTOÑO 2025


Por: Sylvia Villaseñor-Ortiz, LCSW, NPT-C 

La vista, el tacto, el oído, el gusto y el olfato son nuestros cinco sentidos principales, pero ¿sabías que el tacto es uno de los primeros que desarrollamos? Incluso antes de aprender a hablar y caminar, nuestros padres y cuidadores cariñosos nos sostienen, calman y reconfortan. Un simple abrazo, o incluso una suave palmadita en el hombro, tiene el poder de calmar nuestro sistema nervioso y regular nuestras emociones.

Investigaciones recientes del Laboratorio de Neurociencia Social de Alemania confirmaron que el tacto mejora significativamente el bienestar físico y mental. Aunque algunos investigadores se mostraban escépticos, cuestionando cómo algo tan simple como el tacto podía tener un efecto tan profundo, los resultados demostraron lo contrario. El tacto es esencial en todas las etapas de la vida: desde la infancia, durante la edad adulta e incluso en la vejez. En los bebés, el contacto piel con piel, como ser abrazados y acurrucados junto al pecho de sus padres, ha demostrado regular el cortisol (la hormona del estrés), estabilizar la temperatura corporal, favorecer una respiración saludable e incluso mejorar la función hepática. 

En los adultos, se concluyó que intervenciones como abrazos, tomarse de la mano y masajes alivian la depresión y la ansiedad, a la vez que reducen el dolor físico. En momentos de miedo y desesperación, el contacto humano, como los abrazos cariñosos, ha demostrado calmar el sistema nervioso y restaurar la sensación de seguridad. 

A medida que envejecemos y nos adentramos en la tercera edad, tomarse de la mano, los abrazos cálidos y otros gestos físicos de afecto siguen teniendo la capacidad de tranquilizarnos, haciéndonos sentir menos aislados y con una mayor sensación de amor y cuidado. 

En promedio, un abrazo dura unos tres segundos; desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, estudios han descubierto que los abrazos que duran 20 segundos o más desencadenan la liberación de oxitocina, la “hormona del amor”. Junto con la dopamina y la serotonina, la oxitocina nos ayuda a sentirnos conectados, seguros y a gusto. Reduce el estrés, disminuye la inflamación y fomenta la confianza, la empatía y los vínculos sociales. 

Curiosamente, investigadores han evaluado y valorado los robots de masaje. Si bien estos resultaron eficaces para el alivio físico, no tuvieron el mismo impacto positivo en la salud mental, lo que nos recuerda que, en lo que respecta al bienestar emocional, nada puede reemplazar el contacto humano. 

Con todos estos beneficios comprobados, desde la reducción del estrés y la ansiedad hasta el fortalecimiento de nuestros vínculos con los demás, ¿no sería lógico abrazar con más frecuencia y con más intención? 

Sylvia Villasenor-Ortiz es psicoterapeuta clínica, consultora, presentadora y escritora con consulta privada en la ciudad de Tustin, California.