Cuando pensamos en Daniel Ek, el fundador y CEO de Spotify, solemos imaginarlo como un pionero del mundo digital, alguien que transformó la forma en que escuchamos música. Pero ahora su nombre vuelve a estar en los titulares por una razón muy diferente: una millonaria inversión en tecnología militar.
Ek, a través de su firma de inversión Prima Materia, ha liderado una ronda de financiamiento de 600 millones de euros en Helsing, una empresa alemana especializada en desarrollar inteligencia artificial con fines bélicos. Y no solo eso: también asumió el rol de presidente del consejo directivo de la compañía, reafirmando su apuesta por lo que él llama “la defensa tecnológica de Europa”.
¿Qué hace Helsing y por qué es tan polémica?
Fundada en 2021 en Múnich, Helsing se presenta como una compañía que busca “poner la inteligencia artificial al servicio de las democracias”. En la práctica, desarrolla software capaz de analizar información militar en tiempo real: radares, cámaras térmicas y sensores que se combinan para crear un mapa digital del campo de batalla. Su tecnología ya se utiliza en la guerra de Ucrania, apoyando operaciones del ejército local.
Pero el proyecto no se quedó solo en el software. Desde finales de 2023, Helsing comenzó a fabricar sus propios drones de combate, entre ellos el modelo HX-2, un avión eléctrico autónomo capaz de operar sin depender de GPS y resistir ataques electrónicos enemigos. Esta evolución marca un paso importante: de ser un proveedor tecnológico, la empresa ahora produce directamente armas inteligentes.
La compañía tiene una valuación de 12,000 millones de euros y contratos de cientos de millones con el gobierno alemán y el ucraniano. Su presencia en el conflicto europeo no es menor, y eso ha despertado un fuerte debate ético.
El dilema ético: ¿defender la democracia o alimentar la guerra?
Ek asegura que su decisión se basa en una convicción: “el mundo está siendo puesto a prueba y Europa necesita defenderse tecnológicamente”. Sin embargo, muchos se preguntan si es correcto que un referente del entretenimiento y la innovación digital invierta en la industria armamentista.
Helsing promete no trabajar con regímenes autoritarios, pero no ha sido del todo clara respecto a sus vínculos o clientes. Críticos y activistas digitales señalan que, por muy noble que sea el discurso de “proteger las democracias”, la realidad es que la inteligencia artificial aplicada a la guerra tiene consecuencias imprevisibles.
En otras palabras: ¿qué pasa cuando la tecnología creada para la música y el entretenimiento termina financiando drones y sistemas de combate autónomos?
Artistas en pie de protesta

La controversia no tardó en llegar al mundo de la música. Bandas como Massive Attack, Paramore y la artista islandesa Björk decidieron retirar su música de Spotify en protesta. Massive Attack fue una de las primeras en pronunciarse abiertamente, señalando que no querían que sus reproducciones contribuyeran, directa o indirectamente, al financiamiento de tecnologías “letales y distópicas”.
Estas protestas forman parte de un movimiento global llamado “No Music for Genocide”, que busca presionar a las plataformas de streaming para que retiren su presencia de territorios en conflicto, particularmente Israel, en solidaridad con Palestina. Más de 400 músicos y sellos discográficos se han unido a esta campaña.
Aunque las causas del boicot a Spotify y el apoyo a Palestina son técnicamente distintas, muchos artistas ven una conexión moral: si el dinero que generan sus fans termina alimentando industrias de guerra, prefieren dar un paso al costado.
Las decisiones de Ek y el futuro de Spotify

Esta no es la primera vez que Daniel Ek se aventura en el mundo de la defensa. Ya en 2021 había invertido 100 millones de euros en Helsing. La diferencia es que ahora su apuesta se multiplicó, consolidándolo como uno de los principales inversionistas del sector en Europa.
Para financiar su participación, Ek vendió una parte considerable de sus acciones de Spotify —más de 700 millones de dólares en total—, aunque mantiene el control de la empresa gracias a una estructura accionarial que le da más del 29% de los votos. Con esto, busca mantener el rumbo de Spotify mientras diversifica su fortuna hacia industrias que considera estratégicas para el continente.
Sin embargo, esa decisión podría pasarle factura. En un momento donde la imagen pública y la coherencia ética son tan importantes como los números, el vínculo entre Spotify y la guerra podría poner en riesgo la relación con artistas y usuarios.
Una nueva era para las big tech
La inversión de Ek es parte de una tendencia más amplia: las grandes empresas tecnológicas ya no se limitan al entretenimiento o la comunicación. Cada vez más, entran en sectores como la defensa, la energía o la inteligencia artificial aplicada a la seguridad.
Algunos lo ven como un paso inevitable: si los conflictos actuales se libran también en el terreno digital, Europa necesita empresas tecnológicas fuertes y autosuficientes. Otros, en cambio, temen que esto abra la puerta a una “militarización de Silicon Valley”, donde la innovación deje de servir al bienestar civil y se convierta en herramienta de guerra.
Entre la música y las armas
La historia de Daniel Ek y Helsing nos deja una pregunta incómoda: ¿puede un empresario construir el futuro de la música y, al mismo tiempo, financiar el de la guerra?
Mientras algunos lo aplauden por apostar por la independencia tecnológica de Europa, otros lo acusan de traicionar los valores que alguna vez hicieron de Spotify un símbolo de creatividad, cultura y conexión.
Por ahora, lo cierto es que la frontera entre la tecnología, el arte y la política nunca había sido tan delgada. Y el debate apenas comienza.
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