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Fuente: Unsplash @Jorge Fernandez

Tulum enfrenta su peor crisis turística en años: sobreprecios, militarización y turismo en fuga


Durante años, Tulum fue sinónimo de exclusividad, espiritualidad y lujo tropical. Hoy, los hoteles lucen vacíos, los vuelos llegan con cuentagotas y las redes sociales muestran una realidad difícil de ocultar: el turismo en Tulum atraviesa su peor momento en años.

De boom turístico a sobreoferta insostenible

Fuente: Unsplash @ Specncer Watson

El auge de Tulum comenzó como una historia de éxito. Inversiones millonarias, proyectos de lujo y un marketing que lo posicionó como “el nuevo Bali del Caribe” atrajeron tanto a celebridades como a viajeros de alto poder adquisitivo. Pero lo que parecía una expansión imparable pronto se convirtió en sobreexplotación.

De acuerdo con el Sistema de Información Turística de Quintana Roo, la ocupación hotelera actual ronda apenas el 49.2% de los más de 11 mil cuartos disponibles, cifras muy por debajo de Cancún o la Riviera Maya. A esto se suma la caída en la conectividad aérea: durante la última semana de septiembre, solo 48 vuelos (24 nacionales y 24 internacionales) aterrizaron en el nuevo Aeropuerto Internacional de Tulum, inaugurado en 2023 con grandes expectativas.

La causa, según expertos, es una combinación explosiva: sobreoferta, precios desorbitados, pérdida del turismo nacional y la llegada masiva de sargazo, un fenómeno natural que ha afectado la imagen paradisíaca del destino.

“Hubo abuso de tarifas y un exceso de confianza. Pensaron que las vacas gordas durarían para siempre”, comenta Conrad Bergwerf, ex presidente de la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya.

El lujo que expulsó al turista mexicano

Fuente: Unsplash @ Marvin Castelino

Durante años, Tulum se vendió como un refugio espiritual, pero terminó convirtiéndose en un escaparate de elitismo. Las tarifas de hospedaje y consumo dejaron fuera a buena parte del turismo nacional. Hoy, alojarse en un Airbnb cuesta en promedio 185 dólares por noche, un 27% más que en Playa del Carmen y 26% más que en Cancún.

Los restaurantes tampoco se quedan atrás: una hamburguesa puede costar 400 pesos y un burrito hasta 350. En un país donde el salario mínimo diario ronda los 312 pesos, Tulum dejó de ser accesible incluso para la clase media que alguna vez lo hizo prosperar.

El resultado fue un cambio radical en el tipo de visitante. En 2024, de los 12.2 millones de turistas que llegaron a la Riviera Maya, solo 2.5 millones fueron mexicanos. Los demás, extranjeros. Pero con el tiempo, incluso estos comenzaron a mirar hacia otros destinos más asequibles y auténticos, como Colombia o República Dominicana.

El impacto del control militar y las nuevas cuotas

A la crisis económica se suma un tema político y social: la militarización del Parque Nacional del Jaguar. Desde diciembre de 2024, la Secretaría de la Defensa Nacional administra el área natural protegida, imponiendo cuotas de acceso que van de 105 a más de 400 pesos, además de 100 pesos extra para ingresar a la zona arqueológica.

Aunque el gobierno municipal asegura que no existen cobros obligatorios, visitantes y comerciantes reportan lo contrario. Muchos aseguran que los controles militares, las restricciones y la confusión general han ahuyentado a los turistas.

“Antes entrabas libremente a las playas, ahora hay barreras, cobros y vigilancia. Es absurdo pagar por algo que debería ser de todos”, comenta una residente de la zona.

Las protestas locales llevaron a que se abriera un acceso gratuito para residentes y que los domingos fueran sin costo para los mexicanos. Pero el daño en la percepción ya estaba hecho: Tulum pasó de ser un destino libre y bohemio a un espacio controlado, caro y burocratizado.

La inseguridad y el desgaste de la marca “paraíso”

El encanto de Tulum también se ve amenazado por la inseguridad. Según el Observatorio Nacional Ciudadano, es actualmente el municipio más violento de Quintana Roo, con una tasa de 529 delitos por cada 100 mil habitantes, superando incluso a Cancún.

En redes sociales, abundan videos de playas vacías, restaurantes cerrados y locales con letreros de “se renta”. Comerciantes ofrecen disculpas públicas al turismo nacional, reconociendo que el maltrato, los abusos y los precios inflados pasaron factura.

“Nos olvidamos de quiénes llenaban Tulum antes. Los turistas mexicanos eran nuestra base, y los dejamos ir”, lamenta un restaurantero local.

¿Puede Tulum reinventarse?

Ante la crisis, el alcalde Diego Castañón lanzó una iniciativa para garantizar el acceso libre a las playas, aunque con restricciones que muchos califican como incongruentes: no se permite ingresar con alimentos, bebidas o sombrillas, y se exige consumo en los locales privados.

El gobierno estatal y la Secretaría de Turismo federal también trabajan en un plan para reactivar el destino, mejorando la movilidad desde el aeropuerto y promoviendo un modelo de desarrollo más ordenado y sustentable.

Aun así, el problema de fondo sigue siendo estructural. Tulum se volvió víctima de su propio éxito: apostó todo al turismo de lujo, descuidó la accesibilidad, la sostenibilidad y la comunidad local.

Una lección para el turismo en México

Lo que ocurre en Tulum no es un caso aislado. Es un espejo de lo que pasa cuando el crecimiento turístico se prioriza sobre la planeación y el bienestar social. México necesita repensar su modelo: apostar por destinos sostenibles, con precios justos, inclusión y respeto al entorno natural.

El “nuevo Tulum” podría ser una oportunidad de renacimiento, si logra equilibrar exclusividad con autenticidad. Si en lugar de seguir el camino del elitismo y la privatización, recupera su esencia: playas abiertas, cultura local y hospitalidad real.

Por ahora, el pueblo que alguna vez representó el lujo consciente enfrenta su mayor reto: no desaparecer bajo el peso de su propia fama.