Nueva York vive una campaña electoral que está lejos de ser aburrida. A primera hora de la mañana, antes de que saliera el sol, Zohran Mamdani, el joven político socialista que encabeza las encuestas, inició una caminata simbólica desde Brooklyn hasta el Ayuntamiento. A sus 34 años, apunta a convertirse en el primer alcalde musulmán de la ciudad y en uno de los más jóvenes en llegar al cargo. Su energía y su discurso fresco han conectado especialmente con los votantes progresistas y jóvenes.
Mamdani no ha llegado hasta aquí por casualidad. Propone congelar los alquileres, ofrecer guarderías gratuitas y transporte público sin costo—aunque ambicioso, su plan le dio una victoria contundente en las primarias. Hoy, es el favorito… pero en Nueva York nada está escrito.
Y menos cuando alguien llamado Donald Trump entra en escena.
En un giro inesperado, el presidente decidió meterse en la contienda local para apoyar a Andrew Cuomo, el veterano exgobernador demócrata que intenta regresar al foco político tras dejar el cargo en 2021 envuelto en polémica. La intervención sorprendió a muchos: un republicano apoyando a un demócrata para frenar a otro demócrata… pero así está la política actual.
Trump no se quedó en un simple respaldo. Advirtió que, si Mamdani gana, Nueva York podría perder fondos federales, y aseguró que la ciudad sufriría bajo un “comunista”, como él describe al joven candidato. Por su parte, Cuomo no mostró demasiado entusiasmo por este apoyo inesperado y hasta colgó el teléfono en una entrevista cuando el tema salió a flote. Diplomacia en su máxima expresión.
Mientras tanto, figuras como Elon Musk y el gobernador de Texas, Greg Abbott, también se sumaron al drama político con comentarios y amenazas simbólicas, reforzando la idea de que esta elección local tiene eco nacional.
Así, Nueva York se encamina a unas horas decisivas con un duelo generacional y político sobre la mesa: un candidato joven que promete romper moldes y un político clásico que busca volver a la escena… con el inesperado empujón de Trump.
Una campaña local que terminó pareciendo de nivel presidencial. Porque, claro, si algo define a Nueva York, es que nunca pasa desapercibida.