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11 de septiembre: un llamado urgente a la paz en tiempos de incertidumbre


Cada año, cuando llega el 11 de septiembre, Estados Unidos vuelve a detenerse para recordar. Es un día en el que la memoria colectiva se llena de silencio, de lágrimas contenidas y de un peso histórico que no se aligera con el paso del tiempo. Han pasado ya 24 años desde aquella mañana de 2001 que cambió para siempre el rumbo de la nación y del mundo.

Aquel día no solo significó la caída de las Torres Gemelas, un ataque al Pentágono y la heroica resistencia del vuelo 93. También significó la fractura de una sensación de seguridad que parecía inquebrantable. Las casi 3,000 vidas perdidas, las miles de familias destrozadas y el eco de las sirenas en Nueva York y Washington dejaron cicatrices imposibles de borrar. Y aunque la memoria pueda parecer repetitiva año tras año, lo cierto es que cada aniversario nos recuerda que el duelo aún sigue presente.

Un país que aún carga con el 11S

El impacto del 11 de septiembre no terminó cuando se apagaron los incendios o se retiraron los escombros en la Zona Cero. Durante estas dos décadas, muchos rescatistas y sobrevivientes han enfrentado enfermedades respiratorias y complicaciones de salud como consecuencia directa de la exposición a polvo y químicos tóxicos. Para muchos, el 11S no es solo una fecha, sino una herida que sigue abierta cada vez que el cuerpo les recuerda lo ocurrido.

En Nueva York, como cada año, familiares de las víctimas se reunirán para leer los nombres de quienes murieron. Cada nombre es una vida, una historia interrumpida, un hogar roto. Los minutos de silencio marcarán los instantes exactos en los que los aviones impactaron contra las torres, recordándonos lo efímero de la rutina diaria y lo inesperado de la tragedia.

Al caer la noche, el “Tributo de Luz” se elevará sobre Manhattan: dos haces luminosos que atraviesan el cielo evocando la presencia de las Torres Gemelas. Este gesto, que ya se ha vuelto tradición, es mucho más que un homenaje estético. Es un recordatorio de resiliencia, de la capacidad del país para levantarse después de haber sido golpeado.

Una conmemoración en un contexto de violencia reciente

Sin embargo, este año el aniversario llega en un momento especialmente frágil. Apenas ayer, la nación se sacudió con la noticia del atentado contra Charlie Kirk, ocurrido mientras pronunciaba un discurso en una universidad de Utah. Más allá de las diferencias políticas o ideológicas, este hecho violento encendió nuevamente la sensación de que la violencia puede irrumpir en cualquier espacio de nuestra vida pública.

Cuando colocamos este suceso junto a la memoria del 11S, el mensaje es contundente: la violencia, ya sea en forma de terrorismo internacional o de ataques internos, sigue siendo una amenaza que debilita los cimientos de la convivencia. La sensación de desánimo es palpable. Para muchos ciudadanos, estos días se viven con una mezcla de dolor por lo que pasó hace 24 años y preocupación por lo que puede seguir pasando en un país cada vez más polarizado.

El peligro de olvidar el verdadero mensaje

Los actos conmemorativos de hoy contarán con la presencia de líderes políticos y autoridades de alto nivel. Es importante que así sea, porque las instituciones también forman parte del duelo y la memoria. Pero conviene subrayar algo esencial: esta fecha no debe ser utilizada como plataforma política. El 11 de septiembre es, ante todo, un día de respeto hacia quienes perdieron la vida, hacia sus familias y hacia quienes arriesgaron todo en las labores de rescate.

Convertir el recuerdo en un arma política sería deshonrar la esencia de la conmemoración. El verdadero sentido del 11S debe ser el de la unidad y la reflexión. La memoria colectiva no debería servir para dividirnos más, sino para impulsarnos a pensar en lo que aún podemos construir como nación.

Un llamado a la paz y la no violencia

Más que nunca, Estados Unidos necesita un mensaje claro: la paz es el único camino. Si bien es cierto que la seguridad es un componente vital en cualquier sociedad, también lo es el compromiso con la no violencia, con el respeto y con el diálogo. Los atentados del 11S fueron un recordatorio de lo devastador que puede ser el odio cuando se lleva a sus últimas consecuencias. El ataque contra Charlie Kirk nos recuerda que ese mismo odio puede manifestarse incluso dentro de nuestras propias fronteras.

El desafío que tenemos por delante no es únicamente el de prevenir futuros ataques, sino el de transformar nuestra cultura en una donde la violencia deje de ser una opción. Eso implica abrir espacios para escuchar al otro, para debatir sin destruir, para reconocer la dignidad de quienes piensan distinto. Puede sonar utópico, pero la historia demuestra que cada paso hacia la reconciliación comienza con un cambio de conciencia individual.

Honrar el pasado construyendo el futuro

Cada 11 de septiembre nos brinda una oportunidad: recordar el pasado y proyectar el futuro. No se trata de olvidar el dolor ni de minimizar las pérdidas, sino de aprender de ellas para no repetir patrones de odio y venganza. La mejor manera de honrar a quienes murieron aquel día es asegurarnos de que su sacrificio inspire una sociedad más humana.

Imaginemos por un momento qué significaría que este aniversario fuera recordado no solo por ceremonias solemnes, sino también por iniciativas de paz, proyectos comunitarios y gestos de reconciliación. Que las luces del “Tributo de Luz” no solo nos hablen de ausencia, sino que nos inspiren a iluminar caminos de entendimiento.

Una nación en búsqueda de esperanza

Es natural que hoy muchos sientan desaliento. El recuerdo del 11S, sumado a los hechos violentos recientes, puede hacernos sentir vulnerables y agotados. Sin embargo, también es cierto que en los momentos más oscuros suele surgir la mayor fortaleza de un pueblo. La resiliencia no es negar el dolor, sino enfrentarlo con la convicción de que se puede construir algo distinto.

Hoy, mientras las campanas suenan en Nueva York, mientras se leen los nombres en Pensilvania y mientras el Pentágono guarda silencio, cada ciudadano tiene la posibilidad de hacer de este día algo más que una memoria. Puede convertirse en un compromiso renovado: rechazar la violencia, cultivar la paz y elegir el respeto como brújula en tiempos inciertos.

Reflexión final 

El 11 de septiembre sigue siendo una herida abierta, pero también puede ser un punto de partida. En medio del dolor y la incertidumbre, es urgente recordar que la paz no es un ideal lejano, sino una necesidad concreta. Si este país quiere honrar a sus muertos, si quiere transformar la tristeza en esperanza, necesita volver a creer que la vida, la dignidad y el respeto valen más que cualquier ideología o interés.

Hoy, al mirar hacia el cielo iluminado por las dos columnas de luz, recordemos que no se trata solo de un homenaje al pasado. Se trata de una guía hacia el futuro: un futuro donde la violencia no tenga cabida y donde la paz sea el verdadero legado del 11 de septiembre.