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Crítica de “Oppenheimer”

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Atlas Entertainment

Probablemente el momento más explosivo de la cultura pop de los últimos tiempos, Barbenheimer no sólo revitaliza una temporada de cine veraniego mediocre, sino que hace historia como uno de los fines de semana de estreno más exitosos de todos los tiempos. Nunca hubo duda de que Barbie, con sus imágenes color caramelo y sus generaciones de fans, iba a conseguir grandes cifras. Oppenheimer, en cambio, es una extraña propuesta para las vacaciones de verano. Una pesada película biográfica de tres horas de duración sobre el padre de la bomba atómica no es precisamente la idea que nadie tiene de un buen momento, pero si alguien puede hacer que funcione, ése es Christopher Nolan. El guionista, director y productor ha hecho lo imposible: convertir una película histórica seria, normalmente reservada para la temporada de premios, en un espectáculo IMAX imprescindible.

La película gira en torno a J. Robert Oppenheimer (Cillian Murphy), un físico judío-estadounidense que, durante la Segunda Guerra Mundial, recibió el encargo de dirigir el Proyecto Manhattan para desarrollar bombas atómicas. La película describe los laboriosos años en los que Oppenheimer -Oppie, para sus allegados- y su equipo compiten por fabricar la bomba antes de que lo haga la Alemania nazi. También aborda las secuelas de la carrera nuclear y las consecuencias para la vida de Oppenheimer en el futuro. Inquietante y contemplativa, la película es un cuento con moraleja sobre los costos de la guerra y la ambición.

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Oppenheimer es una adaptación del libro American Prometheus, de Kai Bird y Matthew J. Sherwin. El libro compara a Oppenheimer con el dios griego que roba el fuego a los dioses y se lo da a la humanidad, otorgándole así el poder de una destrucción inimaginable. Del mismo modo, Oppenheimer vio cómo su mejor creación se convertía en la más potente arma de destrucción masiva. La película explora lo que eso significa para él, personal y públicamente. La ingenuidad de Oppenheimer en nombre de la ciencia se desvela poco a poco al darse cuenta de que hay factores fuera de su alcance que cambiarían el curso de la historia. La complejidad del hombre -tan brillante pero lamentablemente equivocado- está magníficamente retratada por Murphy, un viejo colaborador de Nolan que por fin tiene la oportunidad de dirigir su película.

A nivel técnico, la película es sencillamente soberbia. El diseño de sonido, en particular, contribuye enormemente a crear el ambiente de la película. Retumba, traquetea y frenesí en armonía rítmica, haciéndose eco del caos en la mente de Oppie. Como siempre, Nolan rechaza el uso de CGI, por lo que todo lo que se ve en pantalla es lo más auténtico posible.

Al guión, en cambio, le vendrían bien unos cuantos vetos. Nolan llena la película de interminables discusiones científicas y esos largos tramos llegan a cansar al público ocasional. El ritmo no es el adecuado, sobre todo en la parte central. Aunque sus exploraciones de la ética, la ciencia y la guerra son realmente profundas, la película no necesitaba tres horas para transmitirlas. Sin embargo, las partes centradas en los personajes son excelentes y se apoyan en las poderosas interpretaciones de sus estrellas de primera fila. En definitiva, se trata de una mezcla de momentos buenos y malos, que hacen de Oppenheimer una película competente pero imperfecta, como su protagonista.

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