Por: Jennifer Ariesta.
Vuelve una de las mayores sensaciones televisivas de nuestro tiempo. The Bear tomó al mundo por sorpresa, y luego por asalto, cuando se estrenó en 2022 con su marca distintiva de historia a veces caótica, a veces morosa, bien cinematografiada, de un chef mercurial y la cocina de alta presión que comanda. Fue un éxito instantáneo que catapultó a sus tres estrellas principales -Jeremy Allen White, Ayo Edebiri y Ebon Moss-Bachrach- a la estratosfera de Hollywood. Evitando el temido bajón de la segunda temporada, ésta fue aún más exitosa, con mayores índices de audiencia y montones de premios para su reparto y equipo de producción. No es de extrañar, pues, que la expectación por la tercera temporada sea enorme. Con semejantes reconocimientos de nivel Michelin, ¿conseguirá la 3ª temporada de The Bear volver a saciar?
Antes de llegar a eso, una rápida recapitulación. Al final de la segunda temporada, Carmie (White) cerraba The Beef, la tienda de bocadillos de Chicago que había heredado de su hermano fallecido, para dar paso a The Bear, el restaurante de sus sueños. Pero, ¿es ese el final de la torturada existencia de Carmie? En absoluto. En su lugar, la tercera temporada profundiza en el pasado de Carmie para explorar por qué se convierte en el cocinero obsesivo que conocemos, mientras que en el presente, su visión de túnel en busca de la grandeza chamusca lentamente sus relaciones más cercanas.
Es una temporada en la que han pasado muchas cosas y, sin embargo, no pasan muchas. Aunque The Bear ha utilizado los flashbacks con profusión desde el principio, en esta tercera temporada hay un exceso de ellos. Una línea temporal entrecruzada de acontecimientos sigue los anteriores trabajos de alta cocina de Carmie, el abuso mental que ha recibido a lo largo de los años y el crujido de la perfección que le moldea. Contadas con ritmo lánguido, a menudo en montajes, estas escenas casi parecen los infames anuncios de Calvin Klein de White: melancólicas, cinematográficas, geniales. También es un espectáculo sin mucha sustancia.
A pesar de la cantidad de material, esta temporada de The Bear parece serpenteante. Los mencionados flashbacks y la exploración de la psique acaban por impedir que la trama avance de forma significativa. Los recursos que en su día propulsaron a The Bear como el niño prodigio de la televisión -tomas largas, montaje frenético, pícaras caídas de agujas- resultan ahora indulgentes. Es como si la serie fuera muy consciente de lo mucho que le gustaba a la gente ver esas cosas, pero olvidara por qué lo hacían. El resultado son meros trucos que cansan muy rápido.
Afortunadamente, la interpretación sigue siendo la que sostiene este espectáculo de peso progresivo. Moss-Bachrach como el primo Richie recibe un cinco estrellas por su profundidad crepitante; Edebiri, también, se come con gracia su papel de Sydney, la apoderada del público. White como Carmie, en espiral como siempre, da lo mejor de sí mismo. Lo que les falla es la escritura. El problema podría ser la decisión de rodar las temporadas 3 y 4 seguidas. El ritmo de los episodios parece sugerir que la tercera temporada es en realidad, en términos de Netflix, la tercera parte de la primera. Hay una sensación de “ya lo entenderás más tarde” que nunca da sus frutos hasta el final de la temporada. Es como si una historia completa se hubiera dividido en dos, y la conclusión estuviera en la temporada 4. Supongo que esa es la mejor explicación que se nos ocurre para el mal sabor de boca de esta temporada. Desde luego, es una propuesta mejor que decir que The Bear ha perdido su magia. Estamos esperando ansiosos (lo cual, pensándolo bien, es muy propio de una serie sobre un genio siempre ansioso).
