Por: Jennifer Ariesta.
Tras una larga espera, por fin volvemos a Poniente con el segundo episodio del especial sobre la familia Targaryen. La secuencia de apertura tiene un aspecto actualizado, con un tapiz que relata la sangrienta historia de la dinastía sustituyendo a la réplica del rey Viserys (¡que en paz descanse!) en Poniente. Tengo que decir que el nuevo comienzo se adapta mejor a la serie como encarnación de su esencia: la historia de un reinado marcado por enemistades y matanzas de dragones transmitidas de generación en generación.
Dragones y traumas generacionales. Cuando desmenuzas la serie hasta su esencia, es a esto a lo que se reduce. La primera temporada sembró la semilla, la segunda florece con ella. Mientras que los dragones son los llamativos estandartes que atraen al público, es la saga familiar ricamente narrada la que te convence para que te quedes. En lo que va de temporada, esta última es la protagonista.
La segunda temporada arranca casi inmediatamente después del final de la primera. Con Lucerys «Lucas» Targaryen muerta gracias a la locura de Aemond, la guerra civil entre los Negros -liderados por la reina Rhaenyra- y los Verdes -ahora encabezados por el rey Aegon II– ha sobrepasado el punto de reconciliación. En ambos bandos se están haciendo preparativos para una guerra a gran escala, y las grandes casas se ven obligadas a elegir un bando.
En medio de los enfrentamientos que se avecinan, cada bando se enfrenta a sus propios conflictos internos. Rhaenyra y su consorte Daemon se encuentran en desacuerdo sobre cómo manejar el conflicto. Daemon, fiel a su carácter, quiere un derramamiento de sangre instantáneo, mientras que Rhaenyra sigue el manual de su padre y aboga por la diplomacia. Las cosas se tuercen rápidamente cuando Daemon hace caso a sus impulsos imprudentes por encima de las órdenes de la Reina. El creciente abismo entre ellos continúa desarrollándose de forma interesante, llevando a Daemon hasta Harrenhal, donde se encuentra con una oscura premonición.
Mientras tanto, en Los Verdes algunas acciones libertinas están sucediendo entre bastidores. Larys continúa tejiendo su red de engaños, haciéndose querer por el fácilmente manipulable Aegon. Ser Criston Cole ha comenzado un romance ilícito con la reina viuda Alicent. En parte, es la forma que tiene Alicent de buscar consuelo: se siente arrepentida e impotente ahora que las cosas se han descontrolado. Alicent aún anhela reconciliarse con su antigua mejor amiga, Rhaenyra, pero la muerte de Luke acaba con esa esperanza. Con el irresponsable Aegon al timón, Poniente se sume en la confusión.
Algunas personas se han quejado de que a los primeros episodios les falta acción. Las batallas tienen lugar fuera de la pantalla y los dragones no se utilizan mucho más que para vigilar. Sin embargo, en su lugar tenemos algunos de los desarrollos de personajes más reflexivos de la serie. La gente comete errores humanos. Sufren traumas reales y toman decisiones que, aunque a menudo desastrosas, son comprensibles dados los antecedentes. Nadie es diabólico porque sí, cada motivación tiene sus capas. Es la mejor forma de escribir.
Los temas de la familia y la lealtad siguen siendo el motor de la historia. Vemos cómo el impacto de la rivalidad entre Rhaenyra y Alicent se transmite a sus crías. Cómo la educación de las dos mujeres influye en su forma de criar a sus hijos. Y como ambas son las madres de la nación, significa que el alma de Poniente también se debate en sus manos.
Con el episodio «La Danza de los Dragones» la tensión comienza a aumentar debido a la profunda conexión emocional creada por las historias humanas desarrolladas hasta el momento, lo que está en juego no podría ser mayor.
