El Reino Unido vuelve a meterse en un viejo debate que nunca deja a nadie indiferente: el de las tarjetas de identidad.
El primer ministro Keir Starmer anunció recientemente que todos los trabajadores en el país estarán obligados a tener una identificación digital. El objetivo, según el gobierno, es controlar la inmigración irregular y facilitar el acceso a servicios públicos. Pero la propuesta ha desatado una tormenta política y social, con críticas que van desde preocupaciones sobre la privacidad hasta temores de vigilancia masiva.
¿Qué son las identificaciones digitales y para qué servirían?
La idea es crear una especie de “Brit Card”, una tarjeta digital gratuita que cada ciudadano o residente legal tendría en su teléfono móvil.
Esta identificación estaría almacenada en una aplicación oficial llamada “gov.uk Wallet”, y contendría datos básicos: nombre, fecha de nacimiento, nacionalidad, foto y estatus migratorio.
Con esta tarjeta, una persona podría demostrar su derecho a trabajar, abrir una cuenta bancaria o acceder a servicios del gobierno sin necesidad de mostrar su pasaporte o carnet de conducir.
La meta, dice el gobierno, es simplificar los trámites, reducir el fraude de identidad y hacer que todo sea más rápido y digital.
Además, Starmer argumenta que el sistema ayudaría a impedir el trabajo ilegal, porque dificultaría que las personas sin permiso para estar en el país consigan empleo. En palabras del propio primer ministro:
“Esto hará que sea más difícil trabajar ilegalmente en el Reino Unido, y nuestras fronteras serán más seguras”.
El argumento del gobierno: modernización y control
Para el gobierno laborista, las identificaciones digitales no solo son una herramienta de control migratorio, sino también una oportunidad para modernizar el Estado.
El Reino Unido se ha quedado atrás respecto a países europeos como Francia, Alemania o España, donde las tarjetas de identidad son parte de la vida cotidiana desde hace décadas.
El plan, según el portal oficial del gobierno, promete que con un solo ID digital en tu teléfono podrás acceder fácilmente a servicios públicos, votar en elecciones o gestionar tus impuestos.
En teoría, todo sería más rápido: menos formularios, menos papeleo, menos esperas.
Además, un dato que refuerza su argumento es que el 93% de los adultos británicos tiene un smartphone, mientras que un 10% de la población nunca ha tenido pasaporte. Así que, dicen los defensores del plan, una identidad digital sería más inclusiva que el sistema actual.

¿Por qué genera tanto rechazo?
A primera vista, puede sonar práctico. Entonces, ¿por qué hay tanta polémica?
1. Temor a la vigilancia y pérdida de privacidad
El principal argumento en contra es el miedo a que esta medida se convierta en una forma de vigilancia estatal.
Varios grupos de derechos civiles, como Big Brother Watch, han advertido que reunir tanta información personal en una sola base de datos podría ser “un paso más hacia un Estado controlador”.
Los críticos temen que el gobierno o futuras administraciones usen esos datos para rastrear la vida de los ciudadanos o compartir información con empresas tecnológicas.
Tony Travers, profesor de la London School of Economics, lo resumió así:
“En el Reino Unido existe una oposición cultural y política muy profunda a las tarjetas de identidad. Muchos las ven como un paso directo hacia el autoritarismo”.
De hecho, más de 1.6 millones de personas han firmado una petición en el sitio web del Parlamento británico para detener el proyecto.
2. Riesgos de ciberseguridad
Otros opositores ven el problema desde un punto de vista más práctico: la seguridad digital.
Con toda la información personal concentrada en una sola app, algunos expertos la llaman directamente “el sueño de un hacker”.
Una sola filtración podría exponer datos de millones de personas. Y si algo caracteriza al Reino Unido, es que sus grandes proyectos informáticos del pasado —especialmente los del gobierno— no han tenido precisamente fama de infalibles.
3. Exclusión de grupos vulnerables
También hay preocupación por las personas que no usan smartphones o no se sienten cómodas con la tecnología.
Hay quienes eligen no tener teléfono inteligente por razones de salud mental o simplemente porque no lo necesitan.
Una ciudadana de 38 años lo expresó así:
“Nos están obligando a tener un smartphone para poder participar en la sociedad, y eso no está bien”.
Para estos grupos, el sistema podría terminar creando más barreras en lugar de eliminarlas.
4. Dudas sobre su efectividad real
Finalmente, muchos se preguntan si el plan realmente resolverá el problema de la inmigración irregular, que es uno de los principales motivos detrás de la propuesta.
La oposición conservadora lo ha calificado de “gimmick” (una especie de truco político) que no detendrá los cruces ilegales ni los trabajos no registrados.
Incluso algunos votantes progresistas piensan que se trata más de una estrategia electoral para frenar el ascenso del partido populista Reform UK, liderado por Nigel Farage.
Lo que dice la gente
La sociedad británica está dividida.
Algunos ven en las identificaciones digitales una herramienta moderna y útil, mientras otros las consideran una amenaza para las libertades individuales.
Un médico en Hampshire decía que le parece lógico:
“Ya entregamos nuestros datos a empresas privadas todo el tiempo; hacerlo con el gobierno no debería ser peor. Además, haría los trámites mucho más sencillos”.
Pero otros, como una consultora de TI en Oxford, lo ven como un error monumental:
“Tener toda tu información en un solo lugar es un riesgo enorme. No necesitamos esto. Es simplemente una excusa del gobierno para ganar control”.
Incluso algunos ciudadanos extranjeros que viven en el Reino Unido y están acostumbrados a las tarjetas en sus países, como Francia o México, reconocen que el sistema podría ser práctico, pero dudan que realmente cambie las reglas del juego.
Una vieja idea que vuelve
No es la primera vez que el Reino Unido intenta algo así.
Durante el gobierno de Tony Blair, a principios de los 2000, el Partido Laborista también propuso una tarjeta de identidad nacional.
El proyecto fue abandonado tras una fuerte oposición por motivos de privacidad.
Veinte años después, la historia parece repetirse: nuevas tecnologías, mismo dilema.
¿Hacia dónde va todo esto?
Hoy, las encuestas indican que más de la mitad de los británicos apoyan la idea de una tarjeta de identidad nacional. La mentalidad parece haber cambiado con los años, quizá por la digitalización general o por el aumento del fraude y la inmigración irregular.
Sin embargo, todavía queda mucho por definir:
¿Quién gestionará los datos?
¿Podrán las empresas privadas acceder a ellos?
¿Será opcional o completamente obligatorio?
Mientras esas preguntas no tengan una respuesta clara, el proyecto de Keir Starmer seguirá siendo uno de los temas más divisivos del Reino Unido.
Porque, al final, esta historia no trata solo de tecnología o burocracia. Trata de confianza:
¿Confiamos lo suficiente en el Estado como para darle las llaves digitales de nuestra identidad?
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