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Agustín Peña Presidente de San Diego La Raza Lawyers

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Como mexicano-estadounidense de primera generación, soy hijo de padres inmigrantes que buscaron una vida mejor en Estados Unidos. Nací en Colorado y crecí en una familia de clase trabajadora en la que mi padre trabajaba en la restauración y mi madre limpiaba hoteles. Mis padres hablaban principalmente español, lo que supuso un reto educativo y lingüístico durante mis primeros años. Cuando tenía cuatro años, mis padres se divorciaron y, en busca de una vida mejor, mi madre decidió volver a la región fronteriza entre Tijuana y San Diego. Esta zona se convirtió en mi hogar durante mis años de formación.

Vivimos tanto en Tijuana como en todo el condado de San Diego, trasladándonos con frecuencia entre comunidades como Chula Vista, Spring Valley, El Cajón y City Heights. Crecer tan cerca de la frontera entre Estados Unidos y México me expuso a la dura realidad de la pobreza y la injusticia, especialmente en Tijuana. Estas experiencias tempranas despertaron en mí el deseo de hacer frente a estas injusticias y marcar la diferencia en mi comunidad. A pesar de las dificultades, aprendí lecciones inestimables sobre la empatía, la perseverancia y la importancia de la familia, que han dado forma a la persona que soy hoy.

City Heights, donde finalmente se instaló mi familia, es una comunidad diversa y de bajos ingresos que se enfrenta a una alta tasa de delincuencia y a la actividad de las bandas. A pesar de sus dificultades, City Heights me dio un sentido de pertenencia, donde forjé conexiones con compañeros que compartían orígenes similares. Consciente de los peligros de la influencia de las bandas locales, mi madre me matriculó en el instituto Mission Bay, situado fuera de nuestro barrio. Esto me obligaba a coger un autobús durante una hora de ida y otra de vuelta para ir a la escuela. Durante mi adolescencia, me involucré brevemente con las bandas locales, pero después de presenciar la violencia y el abuso de sustancias a mi alrededor, me di cuenta de que ese camino no era para mí. Saqué fuerzas de mi familia y me distancié de esas influencias, centrándome en cambio en el crecimiento personal y en tener un impacto positivo.

En 2004, a los diecinueve años, conocí a Kevin LaChapelle, un agente de policía jubilado que se convirtió en mi mentor y me inspiró para cursar estudios superiores. La orientación de Kevin me llevó a matricularme en el San Diego City College y más tarde a la Universidad Estatal de San Diego, donde me especialicé en Psicología. Su tutoría desempeñó un papel crucial en mi decisión de seguir la carrera de Derecho. Sin embargo, en 2007, mientras asistía a la Universidad Estatal de San Diego, sufrí la devastadora pérdida de mi hermano de catorce años a causa de la violencia aleatoria de las bandas. Esta tragedia fue el momento más crucial de mi vida, ya que me obligó a afrontar el dolor y el sentimiento de culpa del superviviente, al tiempo que sentía el deseo de honrar la memoria de mi hermano con una acción decidida. La pérdida me hizo estar más decidida a provocar un cambio positivo, sobre todo para abordar el ciclo de violencia en mi comunidad. Empecé a organizar iniciativas contra la violencia y a apoyar a familias que habían sufrido pérdidas similares.

En la facultad de Derecho me costó encontrar mi sitio. Fue durante mi segundo año cuando empecé a asistir a vistas y juicios relacionados con el caso de mi hermano. Estas experiencias en los tribunales hicieron que los principios jurídicos que había estudiado cobraran vida. Viendo cómo se desarrollaba el proceso legal, me di cuenta de la profunda importancia de la empatía en el sistema judicial. A pesar de la carga emocional, perseveré en mi formación jurídica, sacando fuerzas de mi familia y mis mentores.

Ahora, como fiscal, afronto mi trabajo con compasión y empatía, en particular por los acusados de delitos. Mi experiencia al crecer en una comunidad profundamente afectada por el sistema de justicia penal, combinada con la tragedia personal de perder a mi hermano, han conformado mi comprensión de la importancia de la confianza de la comunidad en estas instituciones. Me esfuerzo por ser un fiscal que fomenta esa confianza y hace que las personas rindan cuentas de una manera que busca la justicia al tiempo que reconoce la complejidad humana.

Más allá de mi función profesional, mantengo mi compromiso con la comunidad. He participado en talleres y presentaciones para profesionales del derecho de América Latina, compartiendo mis conocimientos sobre el sistema judicial estadounidense. He tenido la oportunidad de enseñar en México, Perú, Argentina y la República Dominicana, formando a fiscales, policías y abogados defensores. Estos esfuerzos reflejan mi compromiso de larga data con la reforma de la justicia, especialmente en México, donde espero contribuir a la evolución de su sistema jurídico.

Además de mi trabajo en la reforma de la justicia, me apasiona la tutoría de los jóvenes. Hablo con regularidad en institutos, colegios comunitarios y otros eventos, animando a los estudiantes a perseguir sus objetivos a pesar de los retos a los que se enfrentan. Una de mis experiencias más significativas fue ser mentora de una estudiante que conocí en un centro de detención de menores y que más tarde se acercó a mí para contarme su éxito. Oír que ella y su hermano, que ahora estudia Derecho, están prosperando reafirmó mi creencia en el poder de la tutoría.

Mi compromiso con la profesión jurídica también se extiende a la enseñanza. Desde 2012, he impartido cursos de grado y posgrado, guiando a aspirantes a profesionales del Derecho. Actualmente ocupo el cargo de Presidente de San Diego La Raza Lawyers, una posición a la que aspiré desde que me uní como estudiante de derecho en 2009. También estoy involucrado en los esfuerzos para diversificar la profesión legal, trabajando con la California Western School of Law para reclutar estudiantes subrepresentados del suroeste de EE. UU. 

Formar parte de varias juntas directivas, como la Asociación de Antiguos Alumnos de la California Western School of Law y el Grupo de Trabajo de Oradores del Colegio de Abogados del Condado de San Diego, me permite seguir abogando por la diversidad, la educación y la reforma de la justicia. Estas funciones me han dado la oportunidad de influir positivamente en la profesión jurídica y garantizar que refleje las comunidades a las que sirve.

A lo largo de mi trayectoria personal y profesional, he adquirido perspectivas inestimables que considero esenciales para fomentar la justicia, la compasión y la integridad en el sistema jurídico. Mis experiencias subrayan la importancia de una comunidad jurídica inclusiva y empática, que trabaje diligentemente para servir y elevar a todas las personas.

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