Skip to content
Get our Newsletter

Hubo una época en la que hablar de salud mental era casi un pecado. Nuestros abuelos y padres, crecieron en un mundo donde expresar tristeza, ansiedad o depresión era sinónimo de debilidad. “¡Tú lo que necesitas es trabajar más!”, “¡Eso se te quita con un cafecito y una sonrisa!”, “¡Aquí nadie tiene tiempo para estar triste!”, eran frases comunes, repetidas una y otra vez, generación tras generación.

¿Alguna vez te has preguntado por qué, aunque el miedo debería hacernos huir, hay algo en nosotros que disfruta de las películas de terror, las casas embrujadas y todo lo que nos hace saltar del susto? Es como si tuviéramos una relación de amor y odio con el miedo, y aunque sepamos que podríamos dormir con la luz encendida después, ¡ahí estamos buscando la próxima gran historia de terror!