Hace muchos años, cuando comencé mi andadura en el mundo de los contratos de defensa, era joven, ambicioso y lleno de optimismo. Tenía una idea en la que creía: ayudar a mis compañeros a adquirir piezas de a bordo difíciles de encontrar. Con sólo veinticinco años, me entusiasmaba la idea de construir algo significativo.