Hay personas que, aunque ya no estén con nosotros, siguen viajando con nosotros en espíritu. Anthony Bourdain es una de ellas. Este chef neoyorquino, alto, canoso y con un sarcasmo encantador, no solo cocinaba como los dioses: vivía con intensidad, viajaba con humildad y comía con una curiosidad casi poética. A través de sus libros y programas como No Reservations y Parts Unknown, Bourdain nos enseñó que la verdadera riqueza no está en los lujos, sino en las experiencias que se viven a bocados, conversaciones y caminos sin planear.
Hoy queremos compartir con ustedes algunos de sus consejos más memorables sobre cómo viajar, comer y, en general, disfrutar la vida con una mente abierta y un corazón curioso.
Viaja como si fueras un aprendiz

“Si tienes veintidós años, estás en buena forma física y tienes hambre de aprender, viajá lo más lejos posible”, decía Bourdain. Y aunque ese consejo era para los jóvenes, lo cierto es que nunca es tarde para lanzarse a lo desconocido. Su forma de viajar no era para coleccionar selfies ni tildar listas turísticas. Él prefería perderse por mercados, comer en la calle, dormir en el suelo si era necesario y charlar con extraños.
Viajar, para él, era una escuela. Una forma de entender el mundo, pero también de entenderse a uno mismo.
Sé un viajero, no un turista

Una de sus reglas de oro era: comé donde comen los locales. Nada de restaurantes con fotos en el menú, ni lugares recomendados por el conserje del hotel. ¿Su técnica? Ver dónde hay fila de personas que claramente viven allí y no están tomándose fotos con sus platos. Allí, decía, es donde está la mejor comida.
Y si el menú no está en inglés y nadie habla tu idioma, ¡mejor aún! Eso es señal de que estás en el lugar correcto.
Come con respeto, aunque no te encante

A donde fuera, Bourdain sabía que la comida era algo sagrado. Una forma de mostrar amor, historia y cultura. Por eso, cuando alguien te ofrece un platillo extraño (como una sopa de cabra, una ostra cruda o un taco de insectos), lo mínimo que puedes hacer es sonreír. Aunque no sea tu sabor favorito, mostrar aprecio es mostrar respeto. Y eso abre más puertas que cualquier guía de viaje.
Ten tu kit de supervivencia para el aeropuerto
Porque sí, incluso el alma más libre tiene que pasar por los filtros de seguridad. Uno de sus consejos más útiles —y graciosos— era vestirse inteligentemente para el aeropuerto: zapatos fáciles de quitar, nada de cadenas o cinturones metálicos y, por el amor a todos los viajeros, no te sorprendas cuando te quitan la botella de tu bebida. Además, decía, siempre ten tu celular, tablet o libro listo porque las horas se sienten eternas en un aeropuerto.
Ah, y no olvides llevar un suéter viejo. Sirve de abrigo, de almohada y hasta de refugio emocional.
Evita la comida del avión (¡en serio!)
Bourdain fue claro al respecto: la comida de avión no tiene salvación. Y no lo decía por esnobismo, sino porque el ambiente en cabina afecta el gusto. Y lo mejor que puedes hacer es esperar a que la comida no esté horrible. Por eso, su sugerencia era comer algo decente antes de volar y tratar de dormir durante el vuelo.
¿Y si el hambre ataca? Llevar snacks discretos y confiables siempre es una opción.
Ve al mercado… y levantate temprano para hacerlo

Uno de sus rituales favoritos al llegar a una nueva ciudad era visitar el mercado central por la mañana. Allí, decía, se ve el alma del lugar: los ingredientes, los olores, los sonidos, la gente real. Además, es una gran oportunidad para probar la comida callejera que los locales comen cada día. Esos primeros bocados dicen más que mil palabras.
No subestimes los restaurantes humildes
Si hay algo que aprendió en sus años de viaje es que los mejores sabores muchas veces se esconden en los lugares menos “instagrameables”. Esos restaurantes con baños dudosos, paredes descascaradas y manteles de plástico… sí, esos mismos, pueden darte una de las mejores comidas de tu vida.
“No juzgues un restaurante por el baño”, decía. Y tenía razón.
Sé paciente y no pierdas la calma
Otro de sus grandes consejos para viajeros: la furia no te lleva a ninguna parte. En muchas culturas, sobre todo en Asia, enojarse o perder la paciencia es mal visto o considerado una señal de debilidad. Por eso, sugiere mantener siempre una actitud zen. Las cosas pueden salir mal (¡porque saldrán mal!), pero mantener la compostura puede salvar tu día.
Deja que el viaje te cambie
Para Bourdain, viajar no era un descanso: era una transformación. “Viajar no siempre es bonito ni cómodo. A veces te rompe el corazón. Pero te cambia. Y está bien que te cambie”, escribió alguna vez. Porque salir de nuestra burbuja es parte esencial de crecer.
Cada cultura, cada comida, cada conversación, nos enseña algo nuevo. Pero para eso, hay que dejar los prejuicios en casa.
Vive con curiosidad
Quizás el consejo más importante de todos sea este: vive con curiosidad. Pide esa bebida que nunca probaste. Escuchá a alguien con quien no estés de acuerdo. Entrá a ese callejón que parece llevar a una fonda secreta. Abre la mente, abre la boca y dejate sorprender.
Anthony Bourdain fue muchas cosas: chef, escritor, cronista, viajero. Pero, sobre todo, fue un observador curioso y compasivo del mundo. Su legado no está solo en sus libros o programas, sino en esa forma de vivir que nos invita a mirar más allá de lo evidente, a probar lo desconocido, a escuchar con respeto y a disfrutar cada paso del camino, aunque a veces no sepamos a dónde nos lleva.
Así que la próxima vez que viajes, o incluso cuando salgas a comer a la vuelta de tu casa, piensa: ¿qué haría Bourdain?
Probablemente sonreiría, pediría algo que no puede pronunciar, levantaría su copa y diría: Let’s eat.